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Vendo información (e interpretación)

Publicado: 2011-04-22

Los medios de comunicación son empresas y su producto son las noticias. Sin embargo, no son cualquier tipo de empresas y los periodistas no somos un tipo común de empleados. Nos enseñaron a ser principistas, imparciales y objetivos, sin embargo la objetividad no existe en el periodismo (y tampoco es deseable).

Todo medio de comunicación vive, observa, valora, procesa, reproduce e interpela la realidad desde su particular y propio espacio de enunciación. Es decir, los medios y sus periodistas no presentan -bajo ningún concepto- la realidad aséptica sino una interpretación contaminada con su propio itinerario. Sin embargo, durante los últimos años hemos asistido a una convivencia en la que hemos olvidado su poder e intereses.

Afirmar que los medios y sus periodistas intervienen y manipulan la opinión pública no es infravalorar a los ciudadanos sino transparentar un contrato pretendidamente tácito. La dictadura fujimontesinista probablemente no hubiera terminado sin la apuesta principista de Canal N sumada a la lucha librada durante años por medios y periodistas opositores al régimen.

Más allá de la noticia, había una intención clara al decidir difundir (o no) el vladivideo, porque incluso cuando los periodistas solamente informamos (sin interpretar ni opinar los hechos) trasladamos nuestra perspectiva con las palabras elegidas, extensión, espacio y demás. Total, la noticia es “el producto de la selección y el control, y de las formas de procesamiento que responden a ‘instrucciones’ de la empresa y a actitudes y valores consensuados o al menos aceptados y de la articulación de prejuicios, valores compartidos con el medio y con la sociedad, representaciones del propio trabajo y que están implícitos”, según Stella Martini.

Nuestro entendimiento de la realidad ha sido formado por las grandes corporaciones de la comunicación que amplifican y validan lo que -a su juicio- es importante, deseable y necesario. No es casual que haya quienes afirmen que PPK era el candidato de los jóvenes por su éxito en el Facebook, y que casi nadie se haya preguntado de qué jóvenes se hablaba y desde cuándo las redes sociales se convertían en la nueva realidad vital.

Los medios de comunicación en el Perú (como en casi todas partes) son controlados por una élite privilegiada que, evidentemente, los usa para amplificar sus perspectivas del mundo y defender sus intereses. Los medios son, en suma, un oligopolio.

La Empresa Editora El Comercio de la familia Miró Quesada comanda 5 diarios: El Comercio, Perú.21, Gestión, Depor y Trome (con sus respectivas redacciones y portales web). Y para diversificar el negocio, El Comercio es parte de Plural TV, corporación mediática conformada también por Canal N, América TV y el Grupo La República. Y el Grupo La República es propietario de 3 diarios: La República, El Popular y Líbero. Unidos por las acciones de América TV y separados por el kimono encubierto del primero y el antifujimorismo sincero del último.

¿Más ejemplos? La rimbombante Empresa Periodística Nacional (EPENSA) es dueña de Correo, Ojo, Ajá y El Bocón. Pero no se trata solo de periódicos y televisión: el Grupo RPP es dueño RPP Noticias, Capital 96.7 y 5 radios musicales que utilizan los servicios informativos de la primera.

Recordando que los medios son negocios y que detrás de ellos hay empresarios que invirtieron su dinero en rotativas, cámaras y micrófonos, sería iluso afirmar que no tienen interés en defender su dinero. En especial mientras más dinero hayan invertido y más poder hayan ganado. Y, de pasito, defienden los intereses de quienes en el medio han invertido con publicidad, que es el nuevo dios que manda, condiciona y castiga las informaciones.

No seamos ingenuos: los medios de comunicación son maquinarias de propaganda portadoras del espíritu de quienes los producen, el problema es que un solo sector produce casi todos los medios. Y harta, censura y expulsa a los periodistas cuyos principios no se acomodan a su nueva colocación con el poder. Total, los periodistas tenemos la obligación de reconocer el totalitarismo y denunciarlo, no mentir, negarnos a dominar y no utilizar el despotismo, decía Albert Camus (y Jean Daniel lo recuerda).

Esos mismos empresarios (y, a veces, muchos colegas) olvidan que la libertad de expresión tiene límites y que no es un fin en sí mismo, sino un medio para lograr ciudadanos autónomos y emancipados. Curiosamente son los mismos que han desempolvado el kimono y sentencian a Cuba y a Venezuela de dictaduras a pesar de que Castro (que ya no está en el poder) y Chávez ganaron todas sus elecciones.

Además, las ganancias de los empresarios de radio y televisión provienen del uso y abuso del espectro radioeléctrico que nos pertenece a todos y que está condicionado a, por ejemplo, la pluralidad y la veracidad de sus informaciones.  Hasta el INDECOPI ha reconocido que “el concepto de consumidor no es otra cosa que la dimensión económica del ciudadano. No es posible ser un auténtico consumidor si la ciudadanía no está realmente garantizada”.

Me opongo a la intervención estatal en las líneas editoriales, pero es un hecho que la autorregulación no existe y que el mercado es incapaz de garantizar que los medios sean instrumentos democratizadores.

¿Y el Estado? Bien, gracias, reducido a la mínima expresión con el diario El Peruano, TV Perú y Radio Nacional, que más parecen los medios de comunicación del gobierno de turno que de todos los peruanos. Sin el menor interés de promover nuevos medios plurales o de incorporar voces disidentes a sus (debería decir nuestros) medios.

¿Y qué somos los periodistas sin un medio? Sí, ya sé, tenemos el periodismo digital. Periodismo independiente, autogestionario, con alcance limitado y que difícilmente transformará la agenda setting si todos están alineados. Pero periodismo más que necesario para el futuro inmediato.

Se vienen tiempos difíciles para el periodismo y la democracia toda, y hoy más que nunca debemos recordar que Ben Bradlee tiene razón: “nos hacemos periodistas por el deseo de arreglar las cosas torcidas” y que "hacer periódicos no es, ni será -dice Harold Evans-, como producir judías en lata".


Escrito por

Gio Infante

Activista marica, periodista sadomasoquista y antifujimorista.


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