No me la creo
A propósito de la epidemia de marcas gayfriendly y banderitas arcoíris
De un tiempo a esta parte tengo la impresión de habitar un lugar nuevo, extraño, desconocido. Un lugar que me invita a dar unos pasos atrás, mirar a los lados y auscultarlo todo, absolutamente todo intentando reconocer un rostro, un objeto, un algo. Y lo hago una, y otra, y otra vez, pero fracaso. Siempre fracaso. Y me dicen que no exagere, que las cosas han cambiado, que todo va mejorando, que el problema soy yo que no quiero aceptarlo. Y quizás sea cierto. Yo también veo aparecer por todos lados esas banderas arcoíris que tanto celebran, esas marcas que hoy por fin piensan en mí y mis necesidades, esas gentes que me saludan afectuosamente. Pero no logro reconocerme en su celebración, alegrarme, conmoverme. Nada. No me trago que las cosas hayan cambiado, mucho menos que vayan mejorando.
No me trago la buena onda de tanta marca que recién hoy se da cuenta de que existimos, de que gastamos. Y no porque esté mal que ganen dinero, mi dinero, nuestro dinero, sino porque cuando acá se discutían nuestros derechos miraron a otro lado y se desentendieron, porque recién cuando Estados Unidos celebraba su equal marriage se animaron a ponerse inclusivos, porque pasó la euforia gringa y se olvidaron del asunto un año completito, porque ahora a sus banderitas los más osados sumaron un producto a la medida pero siguen siendo incapaces de programas de formación e inclusión laboral para trans, de igualar la protección real a sus trabajadores LTGBI y, si tan comprometidos están, incluso de financiar la causa.
No me trago la buena onda de tantas gentes con sus banderitas, saludos y demás, porque el resto del año tanto cariño y solidaridad se les olvida, porque uno es un exagerado que se victimiza y en todo ve homofobia, porque ellos no son homofóbicos pero, siempre hay un pero, y yo ya no estoy dispuesto a tolerar un solo pero más en mi vida porque se trata justamente de eso, de mi vida, de nuestras vidas, de si podemos o no vivirlas.
No me trago el cuento de que las cosas han cambiado, mejorado, que falta poco para volar over the rainbow. No, yo tengo la sospecha de que esto va empeorando, de que tanta banderita arcoíris no es más que una treta para sumergirnos en un sueño profundo para matarnos, porque son tan cobardes que no son capaces de matarnos despiertas y requieren doparnos. Y las locas hemos caído, nos hemos comprado el cuento, el sueño. De tanto ansiarlo, hoy elegimos creer que es real. Que el pink dollar nos va a salvar, que el mercado es suficiente y que incluso hay que agradecerle, que cómo te vas a atrever a cuestionarlo, malagradecida, ingrata, si ayer nadie hacía nada y hoy ellos ponen su banderita, su producto, su migaja.
Y entonces repetimos que la revolución empezó aquella noche en el Stonewall, que obviamente la lideraron gais y lesbianas, que hay que respetar para que nos respeten, que los derechos se ganan, que con el matrimonio llegará la igualdad. Y nos olvidamos que la lucha por (sobre)vivir empezó mucho antes del Stonewall, y que esa noche luego del funeral de la Garland sí fue un hito, pero ese hito fue liderado por queens, tracas, marimachas, afeminadas, negras, latinas, sin hogar, y que todas ellas luchaban no por el matrimonio ni la igualdad a secas porque no somos ni queremos ser iguales, que ellas luchaban por vivir, por ser felices, por ser ellas y que no las maten, porque no nos maten. Pero todo esto se ha borrado de la historia porque dan vergüenza, dan asco... O simplemente no venden. Y luego llegamos nosotras, muy correctitas, con más lejía blanqueadora, con más olvido selectivo, con más odio. Porque no hay peor enemigo de una loca que una loca culposa.
Ha de ser por eso que cuando nuestro Congreso decidió que los asesinos de homosexuales podían seguir quedando impunes nadie dijo una sola palabra, nadie soltó una sola lágrima, pero cuando lo de Orlando todos se volvieron tan cínicamente solidarios y hasta minuto de silencio guardaron. Ha de ser por eso que preferimos mordernos la lengua cada día que dos de las tres muertes por sida en nuestro país son de travestis y maricas, hoy que existen las tecnologías suficientes para que nadie muera, pero ¡ay!, qué alharaca hacemos si no nos dejan donar sangre y afirmar que no somos unas enfermas. Ha de ser por eso que celebramos que tanta marca salga hoy con su rainbow flag y su productito especial sin exigirles nada más, sin decirles que muy bien pero que no nos van a comprar tan baratito. Ha de ser por eso que tan dócilmente aceptamos que el presidente electo diga que no se va a aventar a una piscina vacía por la unión civil, y hasta entendemos porque el fujimorismo y etecé, en lugar de responderle que la unión civil nos importa tres pepinos, que el matrimonio igual, que hoy queremos que nos pida perdón, perdón histórico porque el Estado que hoy representa nos mata desde tiempos inmemoriales, y que le exigimos que empiece a cumplir con su maldito deber de proteger nuestra vida, que no nos venga con el cuento de la gobernabilidad y el Congreso porque no necesita de ningún congreso para ello sino únicamente querer hacerlo, que esto no se trata de contratitos de mierda sino de nuestra sobrevivencia, que desde hoy es también suya la responsabilidad de cada muerte de las nuestras.
No pues, no me trago que las cosas han cambiado, que están mejorando. Yo tengo la impresión... Qué impresión, convencimiento, tengo el convencimiento de que vamos empeorando, de que tanta rainbow flag, tanto equal marriage, tanto "pago mis impuestos, quiero mis derechos", tanta mierda pseudoinclusiva nos está asesinando y toda esa alegría que vemos alrededor no es por la igualdad sino porque estamos frente a la solución final que por fin acabará con las maricas que soñamos volar over the rainbow. Tengo el convencimiento de que estamos tan mal que hasta el propio activismo se está volviendo tan conservador que pronto ya no necesitaremos heterosexuales conservadores.
Todo esto podría entristecerme, deprimirme, enviarme refugiado a la cama, pero en realidad me llena de ira, de rabia... La misma de la primera vez que me botaron de un lugar por un beso, de cuando me golpearon por otro, de todas las veces que he enterrado amigos antes de tiempo. Porque esto se trata de rabia, sí, de la loca rabia por seguir vivo, porque sigamos vivas, mariconeando la vida, la nuestra y la de las que vendrán, para que ellas puedan volar over the rainbow... Porque nos lo debemos, nos lo merecemos, y es lo menos que se merecen todas aquellas que pusieron la vida y el cuerpo antes que nosotras, por nosotras. Que la rabia o lo que diablos sea nos levante, nos despierte.
Lima, 30 de junio de 2016